Cada día miles de panameños salimos a la calle a cumplir con nuestro compromiso laboral, unos bien remunerados, otros con lo suficiente para vivir y otros no saben porque siguen saliendo día a día de sus casas.
Lo interesante de esta historia diaria es la odisea que cada uno vive con el deseo de regresar sanos y salvos. Algunos tienen trabajos cómodos, livianos y otros peligrosos como los policías, bomberos, rescatistas, mineros, por citar algunos. Sin embargo en los últimos años un sector laboral es considerado más peligroso que desarmar bombas (porque eres conciente del peligro, llevas las medidas de protección al extremo), un empleo que tiene a cuestas el progreso y desarrollo de un país, una ocupación que pone en vela todas la mañanas a muchas madres, esposas, hermanas y hermanos implorando por la esperanza de que su ser querido regrese a casa.
Esta profesión casi mortal es la construcción y nuevamente cobra la vida de 2 obreros, que independientemente de reclamos y reproches salieron a trabajar con el deseo de llevar el pan a casa.
No hay recetas especiales, ni conjuros con varitas mágicas para resolver los problemas de la seguridad y salud ocupacional, si verdaderamente se quiere hacer algo importante y marcar un hito iniciemos con crear una autoridad nacional en la materia con personal capacitado e idóneo que pueda aplicar las medidas coercitivas necesarias con moral y conocimiento de causa con el fin de respetar nuestra sagrada promesa de "regresarlos a casa, al final del día, en una sola pieza".
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